Hoy, 7 de septiembre, la industria argentina homenajea a los enólogos. Compartimos la historia de cuatro hacedores de vino que reflejan la diversidad de la escena actual. ¿Qué los mueve a cada uno de ellos?
Cada 7 de septiembre, la industria vitivinícola argentina celebra el Día del Enólogo. La fecha conmemora el día en que Domingo F. Sarmiento inauguró la Quinta Normal de San Juan, que posteriormente pasó a denominarse Escuela Nacional de Fruticultura y Enología.
En el Día del Enólogo, Vinventions invita a conocer el trabajo de cuatro de sus clientes que poseen diversos perfiles y están enfocados en distintas búsquedas, reflejando la emocionante diversidad que existe hoy entre las y los hacedores de vino.
Vinventions les brinda a los enólogos un portfolio de tapones sustentables -Nomacorc Green Line- con ingreso de oxígeno diferenciado según el segmento de vinos y su proyección de vida en la góndola.
El cierre de vinos es una herramienta enológica y un insumo clave para proteger su calidad. ¿Por qué? Porque corona el gran y lento trabajo que implica crear un vino. Una vez embotellado, el vino respira y continúa evolucionando. Por ende, saber exactamente cuánto oxígeno ingresa a la botella es lo que permite que éste no se oxide ni se reduzca (las dos grandes fallas provocadas por el exceso o falta de oxígeno, respectivamente).
Carlos Rivier, enólogo de Bodega San Javier: “Me maravilla la cantidad de cambios que he visto en mi trayectoria”
Con 36 vendimias, Carlos Rivier recibió numerosas distinciones a lo largo de su carrera. Se instruyó en Francia y en Suiza, y trabajó en Beaune, en La Borgoña, en una empresa de la familia de su padre, El Domaine Yves Darviot y su 1º Cru Clos de Mouches. Esta experiencia con los vinos blancos fermentados en barricas lo marcó para siempre. Hoy está dedicado a su bodega familiar, Jean Rivier, ubicada en San Rafael, Mendoza.
Es decir, que lo que más disfruto es poder hacer un vino a partir de las características del cepaje, el terroir y la calidad de la uva según la añada. También me apasiona el momento de llenar las barricas de blancos para realizar las fermentaciones y los posteriores bâtonnages y degustar cómo evoluciona ese vino en las distintas maderas. Y cuando llega el invierno, el placer de degustar la barricas de los varietales tintos e imaginar y armar los futuros assemblages.
– Su historia y su presente: “Me maravilla la cantidad de cambios que he visto en mi trayectoria: desde la aparición de las levaduras seleccionadas, pasando por las nuevas tecnologías de maquinarias en bodega, hasta el cambio climático que nos obliga a repensar el cuidado de nuestro ecosistema. Pensar que hoy podemos trabajar con productos reciclables, biopolímeros, etcétera. Es un país encuadrado en lo que se llama el ‘nuevo mundo’, en el que se puede trabajar con grandes libertades en cuanto a cepajes, vinificaciones, tipos de vino y nuevas zonas”.
– Una vida junto a la vid: “Siendo aún estudiante de Agronomía comencé a trabajar en la empresa de mi padre. De niño, fui introduciéndome en el mundo de los viñedos y la bodega. Tenía gran curiosidad por los olores y los aromas y poco a poco fui apreciando el vino. En la escuela secundaria aprendí a analizarlo químicamente y a degustarlo. Mi pasión viene alimentada por mi padre, la Borgoña y algunos antiguos enólogos argentinos que me contaban sus anécdotas”.
José Luis Mounier, enólogo de Bodega José Kuis Mounier: “Me emociona mucho descubrir vinos de otros lugares o elaborados por colegas o amigos”
Mendocino de nacimiento, José Luis Mounier creció en el seno de una familia dedicada a la vitivinicultura. Embarcado en un proyecto personal, desde hace años está afincado en Cafayate, Salta, junto a su familia, donde coordina la enología de Bodega L. Mounier. Se formó junto a Michel Rolland y otros grandes de la enología. Con una vasta experiencia en la industria, trabajó también en Chateau Le Bon Pasteur en Pomerol, Burdeos.
Ya en el momento de madurez, comienzo a imaginar el vino desde la viña, con todo lo que eso significa, ruidos, olores, sabores y preocupaciones.
Qué lo motiva hoy: “En la actualidad, un poco nerviosa, me emociona mucho descubrir vinos de otros lugares o elaborados por colegas o amigos. Realmente disfruto cada gota de esa botella, leo varias veces la etiqueta y contraetiqueta y veo los comentarios en las aplicaciones”.
Sus referentes: “Haberme iniciado trabajando con la familia Etchart en Cafayate, con Don Arnaldo, fue para mí una experiencia inolvidable. Forjé los cimientos de mi profesión en esa escuela de vitivinicultura y realmente pude mamar de lo vitivinícola, la enología, la experiencia relacional y búsqueda constante de la excelencia”.
Nicolás Calderón, enólogo de Rosell Boher: “Mi motor es concebir un producto que luego genere bienestar”
Nicolás trabaja desde hace 8 años en Rosell Boher, donde aporta sus conocimientos en la concepción de espumosos y de vinos tranquilos. Anteriormente se desempeñó en otras importantes bodegas locales y de Napa Valley, en Estados Unidos. Forma parte de la generación de nuevos talentos enológicos de Mendoza.
Y hoy también disfruto poder comunicar cada uno de los productos desde el sentimiento de haberlo concebido desde el seno de la bodega.
– El vino, una promesa de felicidad: “Me gusta mucho algo que se está generando a través del vino, que apunta a gestar siempre cosas lindas para el consumidor. Ese es el motor desde lo emocional de mi trabajo: concebir un producto que luego genere bienestar al que lo consuma”
– Sus referentes: “Mi formación profesional se la debo a mi padre y a mi madre. Ella fue la que me insistió para que fuera al Liceo Agrícola y Enológico y rindiera para poder entrar, y así fue como hice mis primeros pasos en esa escuela secundaria técnica. Mi papá fue Enólogo y tuvo un fugaz paso por el Instituto Nacional de Vitivinicultura. Luego se dedicó al comercio, pero ese paso por la industria y el hecho de que sea técnico enólogo fue inspirador para mí”.
Andrés Biscaisaque, enólogo de Finca Los Dragones: “Mi parte preferida sigue siendo la sensación de incertidumbre y emoción frente a un vino nuevo”
Los Dragones es el proyecto de Andrés “el Vasco” Biscaisaque. El Vasco es oriundo de Buenos Aires y visitó El Barreal, en el Valle de Calingasta, San Juan hace varios años con el objetivo de conocer sus montañas. Se enamoró del terroir y empezó a crear vinos de baja intervención allí.
Aprendí haciendo, estudiando por mi cuenta y principalmente de amigos que se dedican a esto. Mi parte preferida sigue siendo la sensación de incertidumbre y emoción (sin eso no hay aventura) frente a un vino nuevo, y los momentos compartidos con amigos que están en la misma situación, desde andar por la viña hasta probar cómo evolucionan las botellas.
– Diversidad, diversidad, diversidad: “Me encanta la diversidad que tenemos, que haya tantas regiones, climas, varietales y personas que los interpreten a su manera, cada vez con más dedicación y precisión independientemente del estilo. Creo que estamos en un gran momento en términos cualitativos y con buena proyección a futuro pese a las dificultades que se suelen presentar”.
– El vino y la montaña: “Pancho (Bugallo) de Cara Sur es mi amigo desde hace años, nos une la pasión por la montaña, y fue quien me incentivó para entrar en este mundo y me enseñó las cosas más importantes. Seguimos compartiendo aventuras y planeando cosas. La vitivinicultura me trajo muchas amistades de quienes aprendo todo el tiempo y con quienes realmente la paso muy bien”.
Por Federico Croce